9 de septiembre de 2014

¡ÁTAME!
(Esp) El Deseo S.A., 1989. 99 min. Color.
Pr Ej: Agustín Almodóvar. Ft: José Luis Alcaine. Mt: José Salcedo. DA: Esther García. Vest: José  Mª Cossío. Ms: Ennio Morricone. G y Dr: Pedro Almodóvar.
Int: Victoria Abril, Antonio Banderas, Loles León, Francisco Rabal, Julieta Serrano, Rossy de Palma, María Barranco, Lola Cardona, Emiliano Redondo, Montse G. Romeu, Concha Rabal, Francisca Caballero, Juana Cordero, José María Tasso.

SINOPSIS: Un joven recién dado de alta de una institución psiquiátrica, una vez devuelto a la sociedad, secuestra en su propia casa a una actriz por la que siente un obsesivo amor a raíz de una fugaz relación sexual mantenida con ella durante una de sus fugas. Desea con vehemencia que la muchacha se enamore de él, casarse y formar una familia. Pero ella, previsiblemente, no comparte sus sentimientos, mayormente por el método empleado.
COMENTARIO: Si entramos de buen grado, sin apriorismos, en “¡ÁTAME!” (con un Antonio Banderas y una Victoria Abril sublimes, en perfecta química) habremos penetrado en un universo construido a partir de elementos reconocibles de la sociedad de aquel momento, pero que, no obstante, el realizador procura transformar con su personal mirada en un limbo propio, delirante, excesivo, lleno de sorpre­sivos objetos y colores "vivientes" sobre el que ya puede desgranar su fábula habitada por criaturas pasionales, desequilibradas y en plena crisis, a las que se acerca con ternura y una buena dosis de complicidad, a las que -entre golpes- procura ayudar a encontrar un (ilusorio) “final feliz” cantando juntos el “Resistiré” del Duo Dinámico como si la canción hablara de ellos.
Esta película, donde el sentimiento amoroso adquiere proporciones que lo desbordan todo, cuenta con dos de los personajes almodovarianos más trabajados y adorables de toda su filmografía. Ese Ricky ingenuo y enajenado, seguro de sí mismo y febrilmente entregado al propósito de conseguir la mujer que él considera el amor de su vida (“Me llamo Ricky, tengo veintitrés años, cincuenta mil pesetas, y estoy solo en el mundo. Intentaré ser un buen marido para tí y un buen padre para tus hijos”), y la desnortada Marina, impulsiva y natural (no le gusta llevar bragas porque se marcan debajo del vestido), deseada de manera muy diferente por dos hombres opuestos y que acaba cediendo ante la ardorosa vitalidad de su enamorado secuestrador a pesar del expeditivo método de conquista empleado por él (o tal vez por eso mismo).
Sentimental, arriesgado, sincero, divertido y original, inventivo en cualquier caso, en “¡ÁTAME!”, como antes en la formidable “LA LEY DEL DESEO”, comienzan a aflorar, no obstante, los primeros brotes de amargura en su cine y marca el inicio de su deriva hacia el melodrama con raíces en Sirk pero de una gradual sofisticación narrativa (¡vaya evolución/depuración desde “PEPI, LUCI, BOM Y OTRAS CHICAS DEL MONTÓN”!).
Y claro, no me resisto a traer a colación la prestigiada “EL COLECCIONISTA” de William Wyler para comparar el frío academicismo de aquella, es decir, su cobardía expositiva, en contraste con la que ahora nos ocupa, una película que me emociona profundamente cada vez que vuelvo sobre ella. Sin duda, es a fecha de hoy mi favorita de todas las del manchego.
La insólita escena del submarinista de juguete en la bañera buceando hacia la “gruta” de Marina, o la fabulosa secuencia de la entrega sexual de ella y el doliente Ricky en la cama (probablemente, el polvo por amor mejor filmado de la historia del cine), son un par de momentos -entre otros- que dan la medida de la audacia y capacidad de Almodóvar para sorprender y conmover al espectador con su puesta en escena sin ataduras pero a la vez muy elaborada y siempre de una gran inspiración visual. Por todo ello, ante películas como ésta, se siente el placer poco frecuente de asistir a una luminosa prueba de que el cine aún puede ser el arte más completo, aleccionador y emocionante de cuantos aún se practican en esta prosaica y deshumanizada sociedad en cuya superficie chapoteamos.
En fin, habiendo dejado claro mi grado de entusiasmo por la obra de Pedro Almodóvar, cada nuevo trabajo suyo, entonces y ahora, se me antoja una bandeja repleta de sabrosos ingredientes, magistralmente elaborados e imaginativamente dispuestos ante los ojos de alguien forzado a comer hamburguesas casi todo el año.